Cuando te conviertes en madre o padre, nadie te cuenta que uno de los mayores desafíos para seguir entrenando no será la falta de tiempo… sino los virus. Sí, esos que llegan sin previo aviso desde la guardería o el jardín infantil, de la mano (o los estornudos) de tus hijos.
Lo viví esta semana: un virus estomacal me dejó completamente fuera de juego. Y mientras estaba en cama, descubrí que no soy el único. Cientos de padres corredores comparten en foros lo mismo: intentan mantener su rutina, pero el ciclo “niño enfermo → adulto enfermo → pausa forzada” se repite una y otra vez.
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